Written by: mcgimenez on 31 agosto, 2011 @ 15:12
Pensando en mi hija Carmen, ahora en Irlanda, mi mujer y yo recordamos las cosas que hemos hecho bien (aparentemente) y las cosas que, bueno, que podríamos haber hecho mejor.
Este pensamiento me hace acordarme del comentario que una excelente profesora del colegio nos hizo a los padres sobre nuestra lista de prioridades, la lista de cosas que nos importan:
- Ojo, – insistía dicha profesora – no estoy hablando de las cosas que DECIMOS que nos interesan, sino de las cosas que REALMENTE nos importan y lo demostramos con nuestro comportamiento. De esa lista -decía- las 9 ó 10 primeras cosas las conseguimos casi con total seguridad. Los buenos educadores pueden conseguir más pero casi la decena la conseguimos seguro.
Ese comentario, que en principio puede parecer tranquilizador, es en realidad una advertencia muy seria. Porque, ¡qué fácil es decir una cosa y hacer casi la opuesta!.
Algunos ejemplos:
- Le decimos a nuestros hijos que tienen que estudiar y formarse para conseguir un buen puesto de trabajo que les permita vivir satisfactoriamente y a la vez nos quejamos amargamente de tener que trabajar y de las condiciones específicas de nuestro trabajo. Ellos pueden pensar: “¿Estudiar yo? Ni hablar, yo no quiero estar tan amargado como mi viejo”.
- Les hablamos de la importancia del esfuerzo y perdemos el tiempo con actividades tan “esforzadas” como ver la televisión. Además vemos la solución de nuestros problemas en que nos toque la lotería. ¡Cuanto esfuerzo!
- Alabamos la cultura más refinada mientras estamos pendientes de la vida y milagros de los personajes más zafios e incultos.
- Decimos que tienen que comer de todo y cosas saludables mientras mantenemos sin remordimientos nuestras manias con la comida y llegamos a beber sin moderación en su presencia (bodas, etc.)
- Deporte, lectura, estudio, etc. En infinidad de asuntos lo que decimos y lo que hacemos no coincide.
Me viene a la cabeza, tristemente, el caso de un compañero de trabajo que no tenía titulación, y después de muchos años de trabajos de poca cualificación y mal considerados, esperaba que su hijo si hiciera el esfuerzo necesario para cualificarse más que él. Y, ¿en qué consistía la estimulación de su hijo hacia el estudio? pues bien no tenía ningún reparo en reconocer que lo que hacía para que su hijo estudiase era…¡encerrarlo!. De forma inexplicable esos encierros no consiguieron convencer al pobre muchacho de que estudiar era lo que le convenía. Por otro lado mi compañero era un apasionado de las agrupaciones del Carnaval de Cádiz: las conocía todas, con sus repertorios completos, estilos y demás peculiaridades. Entraba con conocimiento y seguridad en cualquier debate sobre esa cuestión que se diese en su entorno. Pues bien, no es sorprendente que su hijo, el mismo que a pesar de los encierros no consideraba oportuno estudiar, seguía con igual entusiasmo que su padre todo lo relativo a los Carnavales. El padre estaba convencido de que “lo llevaba en la sangre”.
Puede que este ejemplo sea un caso extremo, pero si analizamos nuestro papel de padres podremos ver cosas muy similares. Volviendo a mi hija Carmen:
- Carmen es una voraz lectora de todo tipo de literatura. No es extraño pues tanto mi mujer como yo también lo somos, mi casa está inundada de libros, le enseñamos a leer en casa (sin esperar a que lo hicieran en el colegio), le leimos infinidad de libros y ha sido testigo y parte activa de la iniciación a la lectura de sus hermanos pequeños. A esto se le une que su lectura eficaz le supone una muy buena ayuda en sus estudios y reconocimiento por parte de sus profesoras, lo que supone un estímulo para perseverar. En esto no podíamos fallar.
- Carmen es desordenada. Le decimos contínuamente que tiene que dejar todo ordenado, etc. etc. pero poco puedo hacer cuando yo mismo también lo soy y me dejo arrastrar por el desorden de forma habitual. Otro resultado hubiera sido sorprendente. Para que ella fuese ordenada primero lo habría tenido que ser yo (mi mujer si es ordenada, pero al parecer no ha sido suficiente contrapeso a mi desorden).
- Carmen es deportista. Desde que tenía 6 meses va a cursos de natación en la piscina municipal. Es braqueadora autónoma desde los 3 años, la misma edad a la que aprendió a montar en bicicleta. También sabe patinar, practica la equitación, hace senderismo y participa con su colegio en pruebas de atletismo. Este verano se ha apuntado a un cursillo de voley playa en el que ha disfrutado enormemente. Esto también es normal ya que la estimulación física ha sido y es constante en nuestra familia y además todos hacemos deporte (muchas veces juntos).
- Carmen utiliza con mucha habilidad su vocabulario y su ingenio para hacer malas contestaciones o comentarios desagradables. Creo que también me tengo que apuntar ese gol en mi casillero. Aviso a navegantes, hablad a vuestros hijos exáctamente como quereis que ellos os hablen.
- Carmen es buena en matemáticas. También en este caso nos adelantamos al colegio para que advirtiese la importancia de la materia y siempre ha tenido actividades adicionales a las del colegio para reforzar los conceptos. En los viajes hemos jugado a sumar las matrículas de los coches y siempre estamos disponibles para aclararle cualquier duda. Tampoco en este caso ha sido sorprendente el resultado.
No voy a seguir porque creo que ya ha quedado claro el concepto. Como padres somos los principales (casi únicos) responsables de la educación de nuestros hijos. Tenemos que hacer buen uso de esa responsabilidad. La coherencia tiene que ser nuestra aliada.
Muchas gracias por vuestra atención.
Manuel
Catogories: Educación General