Manuel C. Gimenez

En nuestra sociedad cuando alguien decide dedicarse, por ejemplo, a la construcción de casas, se le exige que tenga ciertos conocimientos (la carrera de Arquitectura nada menos) o que cuente con la ayuda de la gente que los tiene. Todo el mundo entiende que tiene que ser así.

En cambio una tarea tan complicada como la educación de nuestros propios hijos asumimos que podemos acometerla alegremente sin ningún tipo de preparación aparte de nuestra propia intuición. Pues bien, igual que gente sin preparación puede hacer una choza o alguna otra construcción sencilla, la educación improvisada puede hacer que los proyectos de catedrales que todos tenemos para nuestros hijos acaben en chozas o establos.

Bueno, en realidad tenemos un poco de ventaja ya que con los bebes y con los niños no es necesario que los eduquemos. En general basta que les demos la oportunidad de aprender por ellos mismos (muchas veces es lo mejor). Pero también tenemos algún que otro inconveniente y es que, si bien en el ejemplo de la construcción podemos decidir derruir nuestra choza y empezar de nuevo en el mismo emplazamiento o en otro distinto, en el caso de nuestro hijos esa opción (por tentadora que algunas veces nos pueda parecer) no existe.

El caso es que podemos y debemos prepararnos para esa tarea de educar a nuestros hijos. Lo que aquí voy a ir escribiendo está especialmente pensado para aquellos padres que piensan que la educación de sus hijos es una de las cosas más importantes (si no la más importante) que tenemos que hacer en esta vida. Pretendo ir contando los detalles de aprender a educar  que mi mujer y yo hemos podido ir encontrando en el camino de educar a nuestros tres hijos.

Nada más para este primer post. Muchas gracias por vuestra atención.

Manuel